En un sorprendente giro de los acontecimientos, Mina Khajavi, una iraní cristiana convertida de sesenta años, está al borde de una sentencia de seis años de prisión, acusada de “actuar contra la seguridad nacional al promover el cristianismo ‘sionista’”.

La terrible experiencia de Khajavi comenzó en 2020, cuando fue detenida, y su proceso de sentencia se desarrolló en 2022, en el que también participaron otras dos personas: Malihe Nazari, un compañero cristiano converso con una sentencia paralela de seis años, y el pastor iraní-armenio Joseph Shahbazian, que recibió una pena más severa de diez años.

Aunque Shahbazian y Nazari comenzaron a cumplir sus condenas hace meses, Khajavi enfrentó un indulto temporal debido a un accidente automovilístico que resultó en una fractura grave de tobillo, que requirió la inserción de placas de metal. A pesar de los persistentes desafíos físicos, Khajavi recibió instrucciones de presentarse en la prisión de Evin el 3 de enero.

En un giro diferente de los acontecimientos, Shahbazian y Nazari, ambos condenados por cargos similares, lograron obtener la liberación anticipada. Un juez del tribunal de apelación redujo aún más la sentencia inicial de dos años de Shahbazian, citando pruebas insuficientes en virtud del artículo 498 del Código Penal Islámico, relacionado con la organización de grupos considerados amenazas a la seguridad nacional. En septiembre de 2023, Shahbazian recibió un indulto total y fue puesto en libertad, mientras que Nazari obtuvo su liberación debido al deterioro de la salud de su hijo que luchaba contra la leucemia a principios de 2023.

En medio de esta saga legal, los activistas abogan por la exoneración inmediata e incondicional de Khajavi, destacando la injusticia de su encarcelamiento basado únicamente en su fe cristiana. Instan a Irán a que cese el acoso a la comunidad cristiana, señalando el fallo de la Corte Suprema de noviembre de 2021, que declaró explícitamente que “la promoción del cristianismo y la formación de una iglesia en casa no están penalizadas por la ley” y no representan una amenaza para la seguridad nacional. seguridad.

A medida que se desarrolla esta inquietante narrativa, la situación de Mina Khajavi sirve como un crudo recordatorio de los desafíos que enfrentan ciertas minorías religiosas en regiones específicas, lo que genera preocupaciones globales sobre la libertad religiosa y los derechos humanos.

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