Anthony Vásquez vivió un camino tumultuoso que lo alejó de Dios y lo sumió en un estilo de vida peligroso y autodestructivo. Antonio, que creció asistiendo a la iglesia y aprendiendo acerca de Dios, tuvo una fe temprana que se vio gravemente sacudida por tragedias personales.
Según Club 700, la muerte de su abuela por enfermedad y el suicidio de su primo lo dejaron profundamente resentido y cuestionando el amor y la presencia de Dios. Se sintió abandonado en sus momentos de mayor necesidad y expresó explícitamente su frustración, diciéndole a Dios que ya no quería tener nada que ver con Él.
Desilusionado y buscando una manera de escapar de su dolor, Anthony se involucró en las drogas y adoptó un estilo de vida de gángster, que creía que le daba una sensación de libertad y poder. Casado a los 19 años, continuó con sus actividades delictivas y su comportamiento destructivo, ya que no encontraba satisfacción en la vida familiar. Anthony quería ser visto y temido, creyendo que su nueva identidad como gángster y mujeriego llenaba ese vacío.
Su vida desordenada le llevó a varios arrestos, y la constante inestabilidad e ilegalidad finalmente afectaron su matrimonio, lo que resultó en que su esposa solicitara el divorcio. Durante este período difícil, el hermano de Anthony se convirtió al cristianismo, un hecho que comenzó a plantar semillas de cambio en la vida de Anthony. Su hermano lo llevó a la iglesia, un gesto que marcó el comienzo de un posible regreso a la fe para Anthony.
La historia de Antonio es un poderoso ejemplo de cómo las tragedias personales pueden desviar a alguien del camino de la fe, y cómo el amor y la perseverancia de quienes están cerca de ellos pueden ayudar a redirigir a esa persona hacia un viaje de sanación y reconciliación con Dios.